Hemos visto qué es la Biblia, su formación, quién la inspiró y qué contiene. Pero es probable que surja en nosotros una pregunta: ¿de qué sirve todo esto si lo importante es leerla? Para responder, puede ayudarnos el siguiente ejemplo: después de una misa en que se celebraban unas bodas de plata, durante la reunión uno de los hijos pidió a su madre: "cuéntanos cómo conociste a papá". Esta historia ya la conocían pero, como todas las historias de amor, tenía algo de misterioso y escucharla era una forma de revivir y celebrar aquello que dio origen a la aventura de una familia. No le bastó a ese hijo con conocer a su padre y a su madre, tuvo necesidad de conocer los orígenes y seguir la historia que llegaba hasta él.
De la misma forma, la Biblia es una historia de amor. Pero, ¿de dónde vino', ¿cómo llegó a nosotros?, ¿qué sabían de Dios en tiempos en que Jesús no había venido? El lento desarrollo de los textos nos lleva a conocer lo que descubrieron nuestros padres en la fe. Su historia es la nuestra. Historia que nos introduce en el misterio de la Revelación. Conocer esa historia es compartir las inquietudes de esos hombres, reconocer el recorrido del amor de Dios.
En este recorrido, la Biblia ha ido formando una historia literaria. Vamos a ver brevemente esta historia, separando el Antiguo y el Nuevo Testamento.