En esta ocasión hablaremos de un tema que está muy relacionado con los dos anteriores: Domingo de Pentecostés y La Iglesia Católica. Hablaremos acerca de Los Carismas del Espíritu Santo.
Primero que nada ¿qué es un carisma?
La palabra carisma viene del griego χάρισμα (khárisma), conformado por χάρισ (kháris) que significa "favor gratuito de Dios" y μα (ma) que es el resultado de una acción, por lo que khárisma vendría siendo el resultado de recibir el don gratuito de Dios.
Los carismas son dones que da el Espíritu Santo para la santificación de las personas y la edificación de la Iglesia. He aquí la relación con los dos temas anteriores.
Se trata de dones personales que son recibidos sin ningún mérito por parte de la persona, y que están encaminados a la propagación del Reino de Dios. Son manifestaciones de Dios que van más allá de las capacidades naturales de las personas.
Tipos de carismas
Los carismas pueden ser ordinarios o extraordinarios:
1) Los carismas ordinarios son aquellos dones sencillos que Dios nos regala para realizar obras de provecho. Puede ser la facilidad de palabra, el liderazgo, la capacidad de organizar, la sensibilidad artística, etc.
2) Los carismas extraordinarios son gracias sobrenaturales que Dios otorga a los hombres para su santificación y para el bien de la Iglesia. Responden a una necesidad específica, y por ello, pueden no ser permanentes. Estos carismas ocuparon en la Iglesia primitiva un lugar sobresaliente que se fue perdiendo con el paso del tiempo. Sin embargo, nunca dejaron de existir. En todas las épocas de la historia de la Iglesia ha habido personas que los han recibido y los han ejercitado en bien de los demás. Es muy conocido el carisma de curación que tenía San Juan Bosco o el de discernimiento de San Ignacio de Loyola, o el de milagros de algunos santos, como San Juan María Vianey, conocido como el Santo Cura de Ars. Como no eran muy conocidos y frecuentes, se asociaron a persona extraordinarias.
Sin embargo, el mismo Concilio Vaticano II,en el N° 12 del documento "Lumen Gentium" (Luz de las Gentes), expresa que el Espíritu Santo distribuye gracias especiales en los fieles, haciéndolos aptos para obras útiles para renovación y mayor edificación de la Iglesia. Que los carismas extraordinarios y los ordinarios deben recibirse con gratitud porque ambos son necesarios para la Iglesia.
Estos dones extraordinarios son numerosos. De hecho son tan ilimitados como Dios mismo. San Pablo en Corintios 12, 7-11 refiere 9 carismas. Pero en otros textos el mismo Pablo llega a mencionar casi 30.
Por la frecuencia con que se manifiestan, así como porque se pueden identificar fácilmente, mencionaremos 10 de ellos. Los dividiremos en dos grupos: Carismas de revelación y enseñanza, y carismas de poder.
a) Carismas de revelación y enseñanza. Son dones que el Espíritu Santo regala para dar a conocer lo que Jesús nos enseñó.
- Palabra de sabiduría. Por él, el creyente entiende algo de parte de Dios, su voluntad en determinada circunstancia. Si es una revelación dirigida así mismo, la aplica a su vida, si es para otros, la comunica.
- Palabra de conocimiento. El creyente que está tan íntimamente unido a su Señor. llega a saber qué quiere o qué le gusta en determinado momento. Puede reconocerlo en sí mismo o en los demás.
-Discernimiento. El creyente tiene la capacidad de saber si una cosa viene de Dios o no. Exige el despojo de todo aquello que no sea voluntad de Dios: intereses, circunstancias pasadas, rencores, etc.
- Profecía. El creyente siente un impulso de parte de Dios para dar a otros un mensaje. Este carisma exige un especial discernimiento, porque puede contaminarse sin querer con ideas o deseos personales.
- Lenguas. Tiene tres modalidades. Hablar en lenguas (glosolalia) es un don de oración. Cuando las palabras no son suficientes el Espíritu Santo nos ayuda. «Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Romanos 8, 26). No es un idioma, sino más bien sonidos incomprensibles.
La segunda modalidad es el Mensaje en Lenguas. Es similar al anterior pero, mientras que aquel es para dirigirnos a Dios, éste es para dirigirnos a nuestros hermanos. Es una forma de transmitir un mensaje de parte de Dios. Para que sea de provecho es necesaria la presencia de alguien que tenga el don de interpretación de lenguas. Esta persona no es un traductor, sino alguien que interpreta el significado del mensaje.
La tercera y menos frecuente modalidad del don de lenguas es la xenoglosia, que consiste en proclamar la Buena Nueva en un idioma mientras que los oyentes extranjeros escuchan en su propio idioma. Esto fue lo que ocurrió en día de Pentecostés.
b) Carismas de poder. Llamados así porque manifiestan de una forma elocuente el poder de Dios.
- Curación. El creyente es instrumento de Dios para curar una enfermedad o trastorno de otra persona. Esto puede ser instantáneo, lo cual pone de manifiesto más claramente el poder de Dios, pero también puede ser paulatino. Este don se manifiesta como curación física o curación interior.
La curación física, carisma prometido por Jesús a sus discípulos cuando les dijo: «impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos» (Marcos 16, 18), consiste en sanar a alguien de una enfermedad del cuerpo. No hay que confundirlo con orar por los enfermos, la cual es una petición, mientras que el don de curación es un mandato.
La curación interior consiste en sanar la enfermedad del pecado, que es la peor de las enfermedades. Quien tiene este carisma es instrumento de Dios para que otra persona quede liberada de recuerdos que lo inquietan u oprimen, de las consecuencias de experiencias pasadas que quizá no recordaba. Es una curación que va a las causas profundas, a la raíz.
- Liberación de espíritus malos. Este carisma es poco frecuente y su ejercicio se limita a personas debidamente preparadas y autorizadas. El creyente posee discernimiento para reconocer si un espíritu maligno ocasiona daño a una persona; tiene el impulso de orar implorando su liberación y de ordenar al espíritu que se aleje. Todo en nombre de Jesús y por su autoridad.
- Milagros. El creyente siente de tal modo el poder de Jesús y conoce que Él quiere actuar en un momento determinado, que puede pedir algo extraordinario. Este carisma actúa en cualquier fenómeno que rebase las leyes naturales.
Más importante que los dones es el amor, fruto por excelencia del Espíritu Santo. «El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías también son algo muy limitado... Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.» (1 Corintios 13, 8-9.13)
Debemos reconocer también que la supremacía del amor no significa que los carismas se excluyan. Se trata de un orden o jerarquía en la que está en primer lugar el amor, y abajo de él innumerables dones que el Espíritu Santo regala a su Iglesia para su edificación integral. El amor no es lo único, pero si lo más importante. Además, el amor es el signo de autenticidad en el ejercicio de los demás dones, incluidos los carismas.
La importancia de los carismas, y en general de todos los dones del Espíritu Santo, está en relación directa a su utilidad común. Esto quiere decir que los carismas superiores son aquellos que contribuyen más al bien de la Iglesia. Ese era el criterio de San Pablo cuando comparaba el don de lenguas y el de profecía: «El que habla en lenguas se fortalece a sí mismo, mientras que el profeta edifica a la Iglesia» (1 Corintios 14, 14). Los carismas son para la Iglesia y no al revés. Por eso nadie puede decir que tiene un carisma del Espíritu Santo si al mismo tiempo provoca división o se separa de la Iglesia.
El discernimiento definitivo sobre la autenticidad y el ejercicio razonable de los carismas corresponde a los pastores de la Iglesia, quienes tienen esa responsabilidad por gracia de Dios. Su enorme compromiso es no extinguir el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno. Quien se llama así mismo carismático, debe ser congruente y reconocer el carisma de los pastores legítimos.
Lo anterior es muy importante ya que en la actualidad han surgido charlatanes que dicen tener el don de curación, pero en realidad utilizan la sugestión hipnótica para aliviar una dolencia momentáneamente. También existen algunas artes marciales orientales, como el Kyusho, que se basan en presionar ciertos puntos del cuerpo para provocar un alivio temporal. En cambio la curación que viene de Dios es permanente y sirve para la edificación de la Iglesia. Por lo mismo es importante recalcar que el discernimiento de los carismas corresponde a los pastores de la Iglesia.
Que Dios te llene de bendiciones.
- Lenguas. Tiene tres modalidades. Hablar en lenguas (glosolalia) es un don de oración. Cuando las palabras no son suficientes el Espíritu Santo nos ayuda. «Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Romanos 8, 26). No es un idioma, sino más bien sonidos incomprensibles.
La segunda modalidad es el Mensaje en Lenguas. Es similar al anterior pero, mientras que aquel es para dirigirnos a Dios, éste es para dirigirnos a nuestros hermanos. Es una forma de transmitir un mensaje de parte de Dios. Para que sea de provecho es necesaria la presencia de alguien que tenga el don de interpretación de lenguas. Esta persona no es un traductor, sino alguien que interpreta el significado del mensaje.
La tercera y menos frecuente modalidad del don de lenguas es la xenoglosia, que consiste en proclamar la Buena Nueva en un idioma mientras que los oyentes extranjeros escuchan en su propio idioma. Esto fue lo que ocurrió en día de Pentecostés.
b) Carismas de poder. Llamados así porque manifiestan de una forma elocuente el poder de Dios.
- Curación. El creyente es instrumento de Dios para curar una enfermedad o trastorno de otra persona. Esto puede ser instantáneo, lo cual pone de manifiesto más claramente el poder de Dios, pero también puede ser paulatino. Este don se manifiesta como curación física o curación interior.
La curación física, carisma prometido por Jesús a sus discípulos cuando les dijo: «impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos» (Marcos 16, 18), consiste en sanar a alguien de una enfermedad del cuerpo. No hay que confundirlo con orar por los enfermos, la cual es una petición, mientras que el don de curación es un mandato.
La curación interior consiste en sanar la enfermedad del pecado, que es la peor de las enfermedades. Quien tiene este carisma es instrumento de Dios para que otra persona quede liberada de recuerdos que lo inquietan u oprimen, de las consecuencias de experiencias pasadas que quizá no recordaba. Es una curación que va a las causas profundas, a la raíz.
- Liberación de espíritus malos. Este carisma es poco frecuente y su ejercicio se limita a personas debidamente preparadas y autorizadas. El creyente posee discernimiento para reconocer si un espíritu maligno ocasiona daño a una persona; tiene el impulso de orar implorando su liberación y de ordenar al espíritu que se aleje. Todo en nombre de Jesús y por su autoridad.
- Milagros. El creyente siente de tal modo el poder de Jesús y conoce que Él quiere actuar en un momento determinado, que puede pedir algo extraordinario. Este carisma actúa en cualquier fenómeno que rebase las leyes naturales.
Más importante que los dones es el amor, fruto por excelencia del Espíritu Santo. «El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías también son algo muy limitado... Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.» (1 Corintios 13, 8-9.13)
Debemos reconocer también que la supremacía del amor no significa que los carismas se excluyan. Se trata de un orden o jerarquía en la que está en primer lugar el amor, y abajo de él innumerables dones que el Espíritu Santo regala a su Iglesia para su edificación integral. El amor no es lo único, pero si lo más importante. Además, el amor es el signo de autenticidad en el ejercicio de los demás dones, incluidos los carismas.
La importancia de los carismas, y en general de todos los dones del Espíritu Santo, está en relación directa a su utilidad común. Esto quiere decir que los carismas superiores son aquellos que contribuyen más al bien de la Iglesia. Ese era el criterio de San Pablo cuando comparaba el don de lenguas y el de profecía: «El que habla en lenguas se fortalece a sí mismo, mientras que el profeta edifica a la Iglesia» (1 Corintios 14, 14). Los carismas son para la Iglesia y no al revés. Por eso nadie puede decir que tiene un carisma del Espíritu Santo si al mismo tiempo provoca división o se separa de la Iglesia.
El discernimiento definitivo sobre la autenticidad y el ejercicio razonable de los carismas corresponde a los pastores de la Iglesia, quienes tienen esa responsabilidad por gracia de Dios. Su enorme compromiso es no extinguir el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno. Quien se llama así mismo carismático, debe ser congruente y reconocer el carisma de los pastores legítimos.
Lo anterior es muy importante ya que en la actualidad han surgido charlatanes que dicen tener el don de curación, pero en realidad utilizan la sugestión hipnótica para aliviar una dolencia momentáneamente. También existen algunas artes marciales orientales, como el Kyusho, que se basan en presionar ciertos puntos del cuerpo para provocar un alivio temporal. En cambio la curación que viene de Dios es permanente y sirve para la edificación de la Iglesia. Por lo mismo es importante recalcar que el discernimiento de los carismas corresponde a los pastores de la Iglesia.
Que Dios te llene de bendiciones.
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