Anteriormente hemos hablado de la importancia de dejarnos conducir por el Espíritu Santo. Vimos también que la oración es una de las mejores maneras para dejarnos conducir por el Espíritu Santo y hablamos también sobre qué es la oración y cómo orar.
En esta ocasión hablaremos sobre el fruto de dejarnos conducir por el Espíritu Santo.
«En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.» (Gálatas 5, 22-23)
«En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.» (Gálatas 5, 22-23)
Antes de estudiar estos versículos vamos a recalcar algo importante:
1) El fruto es del Espíritu Santo. En ningún momento Dios llama al creyente a producir este fruto por un esfuerzo humano. Es el Espíritu Santo que entra en el subconsciente e inconsciente de la persona (donde la misma persona no puede llegar) y va limpiándolo, corrigiéndolo, reorientándolo. Lo importante en este proceso es que colaboremos con el Espíritu Santo
2) Este fruto no es instantáneo. El Espíritu Santo a través de un proceso va desarrollando este fruto en nuestra vida. El cambio es gradual.
3) El fruto del Espíritu Santo es permanente mientras que los dones son temporales. El fruto del Espíritu Santo, que es el amor, no solamente durará este tiempo en la tierra, sino que será lo único que podremos llevar al cielo. Al morir los dones cesarán, mientras que el amor permanece «El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado.» (1 Corintios 13, 8).
4) Mientras la Iglesia precisa de los dones para el servicio, solamente puede vivir por el fruto. Hay que subrayar que ambos son de gran importancia. Sin embargo, lo que da vida a la Iglesia, es el fruto. El fruto es el cemento que une al edificio.
5) El fruto del Espíritu Santo es el amor y este tiene cuatro facetas distintas. La primera tiene que ver con la vida interior, la segunda tiene que ver con nuestro acercamiento con los demás, y la última tiene que ver con nuestro carácter.
VIDA INTERIOR
| ALEGRIA PAZ |
A
M
O
R
|
ACERCAMIENTO A LOS DEMÁS
| COMPRENSION DE LOS DEMAS GENEROSIDAD BONDAD FIDELIDAD | |
CARÁCTER
| MANSEDUMBRE DOMINIO DE SI MISMO |
ALEGRÍA
Es el deleite de una relación vivida en armonía entre el cristiano y Dios. Es el entusiasmo que se experimenta al descubrir a Dios en nuestras vidas. «El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo.» (Mateo 13, 44).
No confundamos alegría con placer. El placer es pasajero. En cambio, la alegría se experimenta aún en medio de los sufrimientos.
PAZ
La paz no es la ausencia de conflictos, como en un cementerio. Tampoco es el tomar vacaciones de la realidad, eso es escapismo. Ni es callarse y evadir los problemas.
La paz es la tranquilidad sobrenatural de una orquesta que va tocando en medio de la tempestad. Es armonía frente al conflicto.
La paz es esa coherencia personal que ha permitido a la persona, como resultado de la obra del Espíritu Santo, llegar a una resolución de sus conflictos interiores, una limpieza de su conciencia y un saneamiento de sus cicatrices afectivas.
COMPRENSIÓN DE LOS DEMÁS
Para algunos la comprensión de los demás es aceptar la situación tal y como está sin ningún deseo de cambiarla. Es decir, no meterse, no opinar, no ensuciarse. Si así fuera, se contrapondría a una de las obras de misericordia espirituales: Corregir al que está en el error.
En realidad, la comprensión de los demás, es aguardar el enojo frente al mal que haga el otro, con el fin de darle a la otra persona la oportunidad de arrepentirse, mejorar y crecer.
GENEROSIDAD
Para algunos, la generosidad es la virtud humanitaria de poder darse al otro, pero no es así.
La generosidad es el amor de Dios que es derramado en nuestros corazones para darlo a los demás. Es una disposición de amor hacia todos, aún aquellos con quienes no congeniamos. Esta disposición rompe las barreras de clase, raza y cultura.
Es la capacidad de escuchar y estar atento al otro.
BONDAD
La bondad no es sentimentalismo. No es, por ejemplo, sentir lástima por un mendigo y darle limosna. Tampoco es la filantropía de un humanista. Es decir, no es la necesidad del hombre la que nos mueve.
La bondad es hacer lo bueno, es decir, hacer lo que el Espíritu Santo desea hacer, con el fin de beneficiar a la otra persona en forma integral.
La bondad, como fruto del Espíritu Santo, tiene como enfoque la voluntad de Dios. En otras palabras, es buscar cumplir la voluntad de Dios para la otra persona.
FIDELIDAD
La fidelidad está ligada a la fe. Fiel es el que tiene fe. La fe exige una respuesta convencida y estable a la que conocemos precisamente como fidelidad. Dios es el primero que es fiel. Su amor no es voluble, es para siempre.
La fidelidad exige confianza puesta en alguien, pero para que esta fidelidad sea plena, debe amarse a la persona en la que se confía. La fidelidad viene del amor.
MANSEDUMBRE
Relacionada con la templanza, la mansedumbre nos modera los arrebatos de cólera, de furia o de ira, que se levantarán sólo en los momentos necesarios y en la medida debida. Nos permite canalizar nuestras pasiones e impulsos, no para reprimirlos, sino para sacarles provecho, ayudándonos a vencer la indignación y el enojo, y a soportar las molestias y contrariedades con serenidad.
DOMINIO DE SI MISMO
Aquel que se domina a sí mismo no está bajo el control de nadie, pero controla y gobierna su propia vida. Esta autodisciplina pone todo bajo el Señorío de Cristo para vivir libremente, con el fin de ser dueño de sí mismo.
Que Dios te llene de bendiciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario