viernes, 13 de mayo de 2016

Domingo de Pentecostés

Este próximo domingo 15 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de Pentecostés. Pero ¿porqué es tan importante esta fiesta para los católicos?

Pentecostés (Πεντηκοστή), que en griego significa el quincuagésimo día, originalmente era conocido como "fiesta de las Siete semanas" y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos.

«Luego contarás siete semanas; las contarás desde el día en que comiences a cortar el trigo. Entonces celebrarás la fiesta de las Siete Semanas a Yavé tu Dios, haciéndole ofrendas voluntarias según lo que hayas cosechado por la gracia de Yavé, tu Dios» (Deuteronomio 16, 9-10)

Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés que recibió más tarde. Era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo / Junio. En su origen tenía un sentido de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se empezó a celebrar en esta fiesta la alianza con Dios en el Sinaí (Los 10 Mandamientos) y el don de la Ley.

Para entender la importancia que tiene esta fiesta para los católicos, conviene detenernos un poco en los acontecimientos previos a esta gran fiesta. Hay que dar un repaso al mismo día de la Resurrección del Señor Jesús, con el primer encuentro con los que habían sido sus discípulos, sus alumnos, pero también sus compañeros y confidentes. Este primer encuentro produjo una profunda alegría,  porque estaban reunidos nuevamente, con su pastor al frente. Vino entonces el reconocimiento de Cristo, cuando Él hizo que se fijaran en su manos, en sus pies y en su costado abierto, para que cayeran en cuenta que era Él mismo. Sin embargo no fue todo, pues había un encargo muy importante: darles el Espíritu Santo, darles el poder y la capacidad de perdonar los pecados, enviarlos a llevar su Evangelio a todas las gentes y poner las bases para la Iglesia. Todo eso se logró cuando Cristo sopló sobre ellos y les dio la fuerza del Espíritu Santo.

Jesús les volvió a decir «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.» (Juan 20, 21-23)

Eso cambió sus vidas radicalmente dándoles una valentía interior que antes no tenían. Sin embargo aún no era el momento para comenzar el trabajo. Ya estaban en sus marcas, listos para la carrera, pero aún faltaban algunos detalles que Cristo fue definiendo en los días posteriores, con varios encuentros con ellos, primero en Jerusalén y luego en Galilea, en las orillas del lago de Galilea.

Así se llegó el día de la Ascensión de Cristo a los cielos. Los apóstoles fueron reunidos en un monte y después de aquella encomienda de hacer llegar su anuncio a todos los hombres, de bautizar a los que creyeran y de hacerles vivir como Él les había enseñado, vivir en el amor, en la paz, en el consuelo y en la ayuda mutua; les avisó que no estarían solos sino que Él estaría para siempre con ellos. Asimismo les prometió que enviaría al Espíritu Santo, por ello les pidió que se quedaran en Jerusalén. Y se fue elevando a la vista de ellos.

Como Cristo se los ordenó, los apóstoles tuvieron que esperar que se cumpliera su promesa, acerca de la venida del Espíritu Santo, para poder así iniciar la tarea que les fue encomendada. Y fue el día de Pentecostés que la promesa se cumplió.

«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.» (Hechos 2, 1-4).

Y así fue como nació la Iglesia Católica. Es por ello que este día es tan importante para nosotros los católicos.

Desde ese día y hasta hoy el Espíritu Santo es quien ha sostenido a la Iglesia, y ha inspirado a hombres y mujeres como ejemplo de perseverancia en el seguimiento a Cristo. También ha inspirado a los Papas y al magisterio de la Iglesia para guiarnos como el pastor guía a su oveja.

Y ese mismo Espíritu Santo el que recibimos en nuestro bautismo. Pero entonces, ¿porqué nosotros no experimentamos lo mismos signos sensibles que experimentaron los apóstoles y María el día Pentecostés? Eso es porque frenamos la acción del Espíritu Santo. Para que Dios actúe necesita de nuestro permiso, pues Él jamás nos forzará.

Deseo aprovechar para dar mi testimonio acerca de la acción del Espíritu Santo y de cómo, si nos abrimos a Dios, es posible experimentar los mismos signos sensibles. Fue durante el ERJES (Encuentro Regional de Jóvenes en el Espíritu Santo) de 1993, organizado por el movimiento de Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo, en la ciudad de Hermosillo. Durante la Hora Santa del domingo, en la que cerca de 15 mil jóvenes adorábamos a Jesús Sacramentado, sucedió algo que no me esperaba; de repente sentí el impulso, el cual no pude contener, de ponerme de pie y extender mis brazos en señal de alabanza, y después sucedió que de mi boca comenzaron a salir palabras en una lengua que no podía comprender, tal y como lo menciona el texto de Hechos 2, 1-4 que vimos previamente. A eso se le conoce como el Don de Lenguas, el cual ha permanecido en mí durante ya 23 años y lo utilizo con frecuencia.

Claro que no soy el único que ha recibido este tipo de dones, a los que se les conoce como carismas. Existen muchas personas: laicos, sacerdotes, religiosas que han abierto su corazón a la acción del Espíritu Santo y han recibido carismas espirituales diversos, de los cuales hablaremos en otra ocasión.

Pentecostés es, pues, la fiesta de cumpleaños de nuestra Iglesia, es un día de alegría y regocijo, es el culmen de la Pascua. Es el día en que Jesús cumple sus promesas y las sigue cumpliendo con el paso de los siglos.

Alegrémonos y vivamos este día sintiéndonos bendecidos por Dios.

Que Dios te llene de bendiciones.




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