sábado, 23 de abril de 2016

La oración personal

La semana anterior veíamos que una de las mejores maneras de dejarnos guiar por el Espíritu Santo es la oración. Pero ¿qué es la oración? y ¿cómo orar? Es lo que veremos en esta ocasión.

Para un cristiano, una vida sin oración corre el riesgo de convertirse en árida. Pero orar, no es tan simple como uno se pueda imaginar. El tedio, el desaliento, la repetición o la costumbre pueden hacer la oración difícil.

Primero que nada, es conveniente distinguir entre rezar y orar. Rezar es la repetición de fórmulas ya establecidas. Mientras que orar es expresar a Dios nuestros sentimientos, pensamientos, preocupaciones, deseos, etc. de una manera abierta y espontánea.

Debemos aclarar que rezar no es malo, como muchos piensan. De hecho las actitudes de la oración pueden ser aplicadas en el rezo.

Ejemplos de rezo tenemos: el rosario, el Padre Nuestro, el credo, la Salve, Ave María, los Salmos, etc. Muchos de estos ejemplos los encontramos en la Biblia.

El rezo nos ayuda cuando no encontramos las palabras adecuadas para expresar a Dios lo que sentimos. Por ejemplo si una persona está arrepentida por un pecado que ha cometido y no encuentra las palabras para expresar su arrepentimiento bien puede auxiliarse del Salmo 51

«Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame tú de mi pecado. Pues mi falta yo bien la conozco y mi pecado está siempre ante mí; contra ti, contra ti sólo pequé, lo que es malo a tus ojos yo lo hice. Por eso en tu sentencia tú eres justo, no hay reproche en el juicio de tus labios. Tú ves que malo soy de nacimiento, pecador desde el seno de mi madre. Mas tú quieres rectitud de corazón, y me enseñas en secreto lo que es sabio. Rocíame con agua, y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve.» (Salmo 51, 3-9).

Sin embargo, también es bueno que aprendamos a expresarnos ante Dios de manera espontánea, pues de esa  manera estrecharemos nuestra relación con Él.

Cómo debe ser nuestra oración

«Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Juan 4, 23)

En espíritu. Nuestra oración debe ser en espíritu. El Espíritu Santo, que fue en nosotros el principio del nacimiento a la vida cristiana, es también el impulso de nuestra oración: «Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene» (Romanos 8, 26). Orar en espíritu significa que nuestra oración brota de lo más profundo e íntimo de nuestro ser, no de lo superficial. Por eso es posible hacer oración aún cuando no se siente nada o no nos nace.

En verdad. Nuestra oración debe ser en verdad, porque sólo así se puede corresponder al amor de Dios. Significa que nuestras palabras y signos corresponden a lo que hay en nuestro corazón, que lo que proclamamos en el templo lo respaldamos en nuestra vida cotidiana. Quiere decir que no sólo honremos a Dios con los labios: «Este pueblo me ofrece tan sólo palabras, y me honra con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí» (Isaias 29, 13).

La oración auténtica es aquella en que nos comunicamos libre y espontáneamente con Dios. ¿Entonces, no hay que orar con fórmulas hechas? No es eso, sino que, sea cual sea la forma en que oremos, debe ser expresión sincera de nuestro corazón.

La oración en espíritu y en verdad, es un diálogo con Dios, con el que iremos descubriendo su sentimientos, su voluntad, sus deseos hacia nosotros. Si no dialogamos con Él, es muy difícil que sepamos qué le gusta, qué no le gusta, qué espera de nosotros.

Para que este diálogo pueda darse de una mejor manera, es necesario que dispongamos las condiciones, porque no todas las situaciones son propicias para lograr el encuentro con Dios en la oración.

Silencio. Es el ambiente propicio para escuchar la voz de Dios. El silencio debe ser sobre todo interior. Es la disposición de quien está a la expectativa, de quien aquieta las aguas de su alma para que en ellas se refleje mejor la imagen de Dios.

Actitud de fe. Es la actitud de quien se entrega a su soberano sin condiciones. Por ello, espera todo. Debemos estar ciertos de la presencia de Dios y de que responderá. «La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver...pero sin la fe es imposible agradarle, pues nadie se acerca a Dios si antes no cree que existe y que recompensa a los que lo buscan.» (Hebreos 11, 1 y 6).

Honradez. Es necesario que seamos sinceros. Dios conoce lo que hay en nuestro corazón, de manera que no podemos engañarlo. Podemos tener la tentación de mostrarnos ante Dios con una imagen, tal como a veces hacemos con los hombres. Si deseamos establecer una relación de amor, esta sólo puede cimentarse en la verdad. Nuestra verdad, con nuestras limitaciones, pecado y debilidad, unida a la verdad de Dios, con su misericordia y su infinito amor.

Perseverancia. Orar es entrar en relación con Dios, y esta relación no puede depender de nuestro estado de ánimo o de nuestras ganas. El amor es un compromiso.

Dios está siempre listo para escucharnos y comunicarse con nosotros. Quien desea dejarse guiar por el Espíritu Santo necesita orar diariamente.

Es en la oración donde Dios irá haciendo su obra en nosotros. A nosotros nos corresponde abrir nuestro corazón. Dios hará lo demás.

Que Dios te llene de bendiciones.

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