En el tema anterior "El Tiempo de Pascua", vimos que este tiempo es de alegría por la Resurrección de Jesús. También vimos que la duración de este tiempo es de cincuenta días o siete semanas, por lo que se le conoce como la Cincuentena Pascual, y que culmina con la donación del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Pues bien, durante esta cincuentena vamos a descubrir quién es el Espíritu Santo, sus dones y su acción en la Iglesia y en cada uno de nosotros.
En la tercera parte del Credo rezamos la frase "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida". Sin embargo la gran mayoría de los católicos no está plenamente consciente de lo que esa frase significa.
«Pero yo les digo la verdad. Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, se lo enviaré.» (Juan 16, 7)
Estas fueron las palabras de Jesús a sus apóstoles antes de subir a su trono en el Cielo.
El Paráclito. La palabra Paráclito viene del griego "parakletos" (Παρακλήτου), que significa "defensor, el que intercede para ayudar", es por tanto el abogado, el mediador, el consolador. El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha liberado de pecado y de la muerte eterna.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados por la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
«Dios es Amor» (1 Juan 4, 8) y el amor es el primer don, contiene todos los demás. Este amor «Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Romanos 5, 5).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es Señor", es decir para entrar en contacto con Cristo es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.
«En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios» (Juan 3, 5).
Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Es en el Sacramento del Bautismo donde recibimos el Espíritu Santo, quien nos hace renacer de nuevo, para así poder ser parte del Reino de Dios.
El Espíritu Santo es el dador de todos los dones y es el que nos santifica por medio de los Sacramentos.
Hace algunos años tuve la oportunidad de asistir a una conferencias del Padre Salvador Carrillo Alday, misionero del Espíritu Santo y doctor en Sagradas Escrituras. El hacía una analogía para hacernos entender cuál es la función principal del Espíritu Santo. El decía: "¿Que hace un zapatero?.. zapatos. ¿Qué hace un joyero?... joyas. ¿Qué hace un artesano... artesanías. Entonces ¿qué hace el Espíritu Santo?", y hubo un silencio sepulcral, por lo que alzando la voz el padre Carrillo dijo: "¡El Espíritu Santo hace Santos!"
Esa es la función principal del Espíritu Santo: que seamos santos como el Padre Celestial es santo. «Serán santos porque yo soy santo» (1 Pedro 1, 16).
Pero para que esto suceda, debemos permitir que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Dios nos hizo plenamente libres; y en uso de esa libertad, podemos permitir o frenar la acción del Espíritu Santo, no sólo en nuestra vida, sino también en nuestra familia y la sociedad entera.
¿Cómo podemos permitir la acción del Espíritu Santo?
Para que el Espíritu Santo actúe en nosotros, debemos primero abrir nuestro corazón por la fe y dejar todo aquello que nos aleja de Dios, es decir el pecado. Es importante que seamos constantes en nuestra oración personal, acudamos asiduamente a los sacramentos. Debemos darnos tiempo para leer y meditar la Biblia.
Aprenderemos más acerca del Espíritu Santo y su actuar en las siguientes semanas. Por lo pronto les dejo la oración al Espíritu Santo, la cual recomiendo rezar diariamente, y de ser posible en familia.
Que Dios te llene de bendiciones.
Aprenderemos más acerca del Espíritu Santo y su actuar en las siguientes semanas. Por lo pronto les dejo la oración al Espíritu Santo, la cual recomiendo rezar diariamente, y de ser posible en familia.
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu,
y todo será creado,
y se renovará la faz de la Tierra.
Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus
fieles con la luz del Espíritu Santo;
haz que guiados por ese mismo Espíritu,
sepamos reconocer las cosas que son
rectas y gozar siempre de tus divinos
consuelos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Que Dios te llene de bendiciones.
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