La semana anterior concluimos nuestra reflexión sobre las Obras de Misericordia Corporales. Ahora reflexionaremos las Obras de Misericordia Espirituales.
1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita
3. Corregir al que está en el error
4. Perdonar las ofensas
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás
7. Orar por los vivos y los difuntos.
Estas son tomadas de varios textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Jesús.
1. Enseñar al que no sabe
Consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra cosa de utilidad. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente.
"Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento" (Daniel 12, 3).
2. Dar buen consejo al que lo necesita
Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de veras aconsejar bien al necesitado de guía.
3. Corregir al que está en el error
No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta Obra de Misericordia es así: Corregir al pecador.
Es de suma importancia seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien escritos: "Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea (o a los superiores)". (Mateo 19, 15-17).
Para cumplir esta Obra de Misericordia convenientemente hay que tener en cuenta dos cosas: que pueda preverse un resultado positivo a nuestra corrección y que no nos causemos un perjuicio a nosotros mismos.
Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario.
No podemos convertirnos en gendarmes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en la fe y la moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su carta: "Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados" (Santiago 5, 20).
4. Perdonar las ofensas
"Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden", es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara más en San Mateo, al final del Padre Nuestro: "Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no personan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes." (Mateo 6, 14-15).
Perdonar es liberar el corazón de odios y resentimientos, de tal manera que nuestra alma queda libre de cargas, para que así pueda fluir mejor el amor de Dios en nosotros.
El mejor ejemplo de perdón en el Nuevo Testamento lo tenemos en el Evangelio según San Lucas: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23, 34).
Cabe aclarar que perdonar NO es liberar de culpa a quien me ofendió. Tampoco significa que estemos obligados a restaurar la relación con la otra persona, sobre todo si hay pérdida de confianza o si se ha transgredido nuestra dignidad, o peor aún si se ha puesto en riesgo nuestra integridad física o psicológica.
En otra ocasión profundizaremos acerca del perdón.
5. Consolar al triste
El consuelo para el triste o deprimido se asemeja al cuidado de un enfermo. Y es muy necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser determinantes.
Aquí pueden entrar la atención o conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien los oiga, les hable, los distraiga.
6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás
La tolerancia y la paciencia ante los defectos de los demás es una virtud y una obra de misericordia.
Sin embargo, hay un consejo muy útil: cuando el soportar los defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
7. Orar por los vivos y los difuntos.
La oración por los demás, estén vivos o muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues "El quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestra oración. Es buena obra orar por éstos para que sean libres de sus pecados. "Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado". (II Macabeos 12, 46).
Hemos concluido nuestra reflexión sobre las Obras de Misericordia, tanto Corporales como Espirituales. Ahora nos toca practicarlas, para ello es importante estar atentos a las necesidades de los demás y ver cómo podemos realizar estas Obras de Misericordia de acuerdo a nuestras posibilidades.
Es importante también estar en oración, para que de esta manera el amor de Dios fluya en nosotros, y ese mismo amor nos impulse a darnos a los demás.
Que Dios te llene de bendiciones.
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