sábado, 26 de diciembre de 2015

Los propósitos de Año Nuevo

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por Ella y sin Ella no se hizo nada cuanto existe.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1, 1-14)

Nos encontramos en el tiempo de la Navidad, el cual inició el pasado 25 de diciembre y concluirá el próximo 6 de enero. En este tiempo estamos celebrando el gran acontecimiento del nacimiento del Hijo de Dios, que viene a mostrarnos la luz de la verdad, de la cual Juan Bautista dio testimonio ante la humanidad.

Ese Jesús que ha venido al mundo es esa Palabra que, desde el principio, estaba con Dios, y era Dios. Y a todos los que lo hemos recibido nos a regalado el ser hijos de Dios. Y como hijos estamos llamados a recibir el cielo por herencia.

Sin embargo, como hijos de Dios, estamos llamados a hacer la voluntad del Padre, para que así podamos recibir esa herencia que nos corresponde.

No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. (Mt 7, 21).

Y para poder hacer la voluntad del Padre debemos permanecer unidos a Cristo, de lo contrario nuestros esfuerzos serán en vano. Pues sólo Cristo nos da la gracia para hacer la voluntad del Padre.

Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada. (Jn 15, 5).

Los propósitos de año nuevo

En estos días de navidad en que nos encontramos a punto de iniciar un nuevo año, es común que cada uno de nosotros realice propósitos para el nuevo año.

Iniciar una dieta, estudiar idiomas, ser más puntuales, dejar el cigarro, etc. La lista de propósitos muchas veces es interminable. Sin embargo nunca nos proponemos estar más unidos a Dios, lo cual no sólo debería ser un propósito sino un compromiso, pues de lo contrario por más buenos propósitos que hagamos si no estamos unidos a Él no podremos hacer nada (Jn 15, 5).

Recordemos que estamos viviendo un tiempo privilegiado al encontrarnos en el año de la Misericordia cuyo signo principal es la venida de Cristo, pues tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16).

Un buen propósito para este nuevo año que inicia es llevar a cabo las obras de Misericordia, las cuales nos permitirán encontrarnos con Jesús en aquéllos que sufren y experimentar el gozo de darnos a los demás pues hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hechos 20, 35).

En los próximos temas profundizaremos en las obras de Misericordia y cómo podemos realizarlas.

Aprovechemos este año de la Misericordia, para buscar estar más unidos a Cristo, fuente de gracia y de amor.

Que Dios te llene de bendiciones.


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