¿Qué es la oración?
La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez con la que hablamos con un amigo de absoluta confianza.
Orar es ponerse en la presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente, porque nos quiere. Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos interesa.
Santa Teresa de Jesús dijo en una ocasión: “Orar es hablar de amor con alguien que nos ama”.
Se trata de “hablar con Dios” y no de “hablar de Dios” ni de “pensar en Dios”. Se necesita hablar con Dios para que nuestra oración tenga sentido y no se convierta en un simple ejercicio de reflexión personal.
Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de más importancia, en las horas difíciles, en la tentación, pero también en los momentos de alegría.
En cambio, si no oramos con frecuencia, nos vamos alejando de Dios y nuestro corazón se vacía, y entonces vendrán otras cosas a ocupar el lugar que a Dios le corresponde. Nuestro corazón se puede llenar con:
- el egoísmo que nos lleve a pensar sólo en nosotros mismos sin ser capaces de ver las necesidades de los que nos rodean,
- el apego a las cosas materiales convirtiéndonos en esclavos de las cosas en lugar de que las cosas nos sirvan a nosotros para vivir,
- el deseo desordenado hacia los placeres, apegándonos a ellos como si fueran lo más importante.
- el poder que utilizamos para hacer nuestra voluntad sobre las demás personas.
Lo que no es la oración
Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos orando, pero lo que hemos hecho no es propiamente oración. Para distinguirlo podemos ver unos ejemplos:
Si no se dirige a Dios, no es propiamente oración. En la oración nos comunicamos con Dios. Si no buscamos una comunicación con Dios, sino únicamente una tranquilidad y una paz interior, no estamos orando, sino buscando un beneficio personal. La oración no puede ser una actividad egoísta, debe siempre buscar a Dios. Debemos estar pendientes en nuestra oración de buscar a Dios y no a nosotros mismos, porque podemos caer en este error sin darnos cuenta.
Si no interviene la persona con todo su ser (afectos, inteligencia y voluntad) no es oración. Las personas nos entregamos y nos ponemos en presencia de Dios con todo nuestro ser. Orar no es “pensar en Dios”, no es “imaginar a Dios”, no es una actividad intelectual sino que involucra a la persona entera.
Si no hay humildad y esfuerzo no es oración. Para orar es necesario reconocer que necesitamos de Dios.
Si no hay un diálogo con Dios, no es oración. Si únicamente hablamos y hablamos sin escuchar, nuestra oración la reducimos a un monólogo, que en lugar de hacernos crecer en el amor nos encerrará en el egoísmo. Cuando dejamos de mirar a Dios y nos centramos en nuestros propios problemas, no estamos orando.
Cuando retamos o exigimos a Dios tampoco estamos orando, pues nos estamos confundiendo de persona. Dios es infinitamente bueno y nos ama. No podemos dirigirnos a Él con altanería.
Si no nos sentimos más identificados con Jesucristo no hemos hecho oración. Se trata de poco a poco en la oración identificarnos con Cristo para poder actuar como Él actuaba.
Si no tenemos un fruto de más amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, no hemos hecho oración. La oración debe verse reflejada en nuestras vidas.
Importancia de la oración
Si quieres que una planta tenga vida, debes regarla. Si deseas mostrar que quieres a una persona, debes decírselo. Si cortas las raíces de un árbol, el árbol se muere. Eso pasa con la oración. La oración es vida para nuestro espíritu y es el medio para decirle a Dios: Te amo.
Dios es el primero que te quiere escuchar; nos lo ha dicho en el Evangelio. Está allí en la Eucaristía día y noche esperándote; es el primero que se interesa por ti y tus cosas, pues fue Él quien te creó.
Dios quiere que le hablemos, que le platiquemos mucho. La oración brota de tu corazón cuando tienes una petición personal, una cosa triste, alegre o simplemente de lo ordinario que vives día a día.
Hay oraciones que ya están hechas, como los Salmos, y nos ayudan a encontrar las palabras que queremos decir. Muchas veces, después de rezar estas oraciones, no nos importa hacerlo de nuevo en el futuro, porque vamos identificándonos con cada palabra. La oración en comunidad nos une a todos y nos hace sentir una familia entorno a nuestro Padre celestial.
Cuando ves que tu vida de oración y unión con Dios va creciendo, vas a encontrar que tu humildad, tu caridad y tu fe se aumentan también; estas son las virtudes que necesitas y recibes cuando hablas con tu Creador y Amigo. Lo bueno de la oración es que puedes pedir por otros también, y Dios siempre escucha lo que dices. Lo más importante, sin embargo, es saber sacar fuerzas –para ti y para otros– para escalar la montaña de la santidad sin cobardía.
La oración nos permite entrar en contacto íntimo y personal con Dios. Como cualquier relación personal a través de diálogo y trato frecuente se puede conocer y amar a la otra persona, así es la oración para cualquier cristiano, es un medio de comunión con Dios donde se le va conociendo y descubriendo cada día.
En el siguiente tema hablaremos de los distintos tipos de oración.
Que Dios te llene de bendiciones.
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