En esta ocasión quisiera dedicar un artículo para hablar de Gabriele Amorth, quien falleció el pasado 16 de septiembre de 2016, y su labor dentro de la Iglesia.
¿Quién fue Gabriele Amorth?
Gabriele Pietro Amorth, nacido el 1 de mayo de 1925 en Módena, Italia, era el exorcista oficial de la Ciudad del Vaticano y reconocido como el mejor exorcista del mundo.
Fue ordenado sacerdote en enero de 1951. Su tarea como exorcista la inició en 1985 cuando fue nombrado para esa misión por el entonces Papa San Juan Pablo II.
En 1990 fundó la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE), organización que presidió hasta el año 2000. Actualmente la AIE cuenta con 250 exorcistas presentes en treinta países.
Durante su ministerio como exorcista, el padre Amorth realizó unos 70,000 exorcismos. Esta cifra no quiere decir que hubiera atendido a 70,000 personas, pues según decía Amorth una misma persona podía necesitar decenas de sesiones para ser liberada de sus demonios.
El Padre Amorth, señala una nota del Grupo Editorial San Pablo, tuvo a su cargo numerosas funciones en la Sociedad sacerdotal a la que perteneció, entre las que destacan la labor de formador de los jóvenes aspirantes y religiosos, delegado de la Provincia de Italia, animador espiritual de varias instituciones laicales paulinas. También fue periodista.
Durante muchos años dirigió el boletín mensual Madre de Dios y colaboró con las publicaciones italianas Famiglia Cristiana, Credere, Telenova; y con Radio María.
Publicó varios libros de entre los que destacan: "Narraciones de un exorcista", publicado en 1990; "Un exorcista cuenta su historia", de 1993; "Exorcismo y psiquiatría", de 2002; y "Memorias de un exorcista", publicado en 2010.
Falleció el pasado 16 de septiembre de 2016, a los 91 años, en Roma, Italia.
¿Qué es el exorcismo?
El exorcismo es una antigua y particular forma de oración que hace un ministro ordenado de la Iglesia, en nombre de Jesucristo y por el poder que Jesucristo ha otorgado a su Iglesia para liberar del poder de Satanás.
Los exorcismos pueden ser simples o solemnes.
El exorcismo simple se reza en el rito del bautismo.
El exorcismo solemne es un sacramental que sólo puede ser válidamente celebrado por un sacerdote con el permiso del obispo del lugar. El obispo da permiso al sacerdote para cada caso o puede, con el permiso de la Santa Sede, formalmente otorgar a un sacerdote el oficio de exorcista. En ese caso el sacerdote está facultado para exorcizar y no necesita un permiso particular para cada caso.
Solo el exorcista con la debida licencia puede verificar la verdadera posesión diabólica. Es un proceso difícil en el que se deben descartar causas naturales.
Según el Padre Amorth el poder de expulsar demonios que Jesús confirió a todos los creyentes conserva toda validez. Es un poder general basado en la fe y en la oración, y puede ser ejercido por individuos o comunidades sin ninguna autorización. Esto es lo que se conoce como plegarias de liberación, y no se deben llamar exorcismos.
En algunas diócesis hay laicos que han sido preparados para el ministerio de liberación (no exorcismo) bajo la dirección de un sacerdote. La liberación es oración para liberar de la opresión del demonio pero sin utilizar el rito de exorcismo. Nadie debe ejercer este ministerio sin autorización de la Iglesia. Sólo al sacerdote autorizado, además de al obispo exorcizante, corresponde el nombre de exorcista.
Jesús vino a liberarnos del poder de Satanás y darnos la gracia de ser hijos de Dios.
Jesús impartió su poder liberador a sus discípulos para que ellos y sus sucesores continuaran la misión de liberación y exorcismo en su nombre. Por lo tanto el protagonista en el exorcismo es Dios a través de su ministro y no el demonio.
El exorcista ante todo busca llevar la persona atribulada a un encuentro con Jesús. Para ello es necesario apertura a los canales de gracia en la Iglesia: la confesión, la eucaristía, la meditación de la Palabra, la comunidad, la catequesis. Es un camino de fe en el que se invita también a la familia Cf. Mc 9, 14-29.
Necesidad de diagnóstico y la prudencia
Actualmente muchos viven una fe supersticiosa y tienden a no hacerse responsables, no saben afrontar el sufrimiento y atribuyen todo trastorno físico o espiritual a la acción del demonio. Pero frecuentemente el remedio es una verdadera y sincera confesión, por lo que debería haber más dedicación a la oración, a la penitencia y a los sacramentos. Cuando en cambio se percibe aversión a lo sagrado, enfermedades desconocidas o incluso síntomas difíciles de identificar, es posible que sea necesario el exorcismo. La presencia demoníaca de cualquier forma hay que diagnosticarla en cada caso particular. La mentalidad popular ha exagerado los poderes de Satanás, que son los de un ángel común y están sometidos a la voluntad de Dios.
En la vida diaria para defenderse del mal basta con ser coherentes con el Evangelio, no tener miedo de testimoniar la propia fe y cuidar la propia relación con Dios. A veces es Dios mismo quien permite que algunos sean vejados u obsesionados; como el caso de algunos santos. Pero en estos casos nos hallamos ante planes divinos para nosotros impenetrables.
Que Dios te llene de bendiciones.
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