martes, 7 de febrero de 2017

Sacramentos de Iniciación

Mediante los Sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos Sacramentos de iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI, Constitución Apostólica Divinae consortium)

El Sacramento del Bautismo

El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.

Es el fundamento de toda vida cristiana, es el pórtico de la Vida en el Espíritu, y además es la puerta que nos abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo, somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo, y somos incorporados a la Iglesia, haciéndonos partícipes de su misión. (Catecismo de la Iglesia Católica 1213).

Este sacramento se llama Bautismo, en razón del elemento esencial del rito, es decir, Bautismo viene del griego βαπτίζειν (baptizein) que significa "sumergir", "introducir dentro del agua", "inmersión".

La inmersión, significa la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo, para así junto a Él, obtener una nueva vida en su resurrección.

Fuimos, pues, con él sepultados por el Bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. (Romanos 6, 4).

Este Sacramento también es llamado baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, porque realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual nadie puede entrar en el Reino de Dios.

Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.» (Juan 3, 5).

Institución del Bautismo.

El mismo Jesús recibe el Bautismo de Juan, el Bautista, el cual estaba destinado a los pecadores y Él, sin haber cometido pecado, se dejó bautizar por amor y humildad, y así darnos ejemplo. Una vez bautizado desciende el Espíritu Santo sobre Él y el Padre manifiesta a Jesús como su Hijo amado (Mt. 3, 16-17).

Después de su Resurrección confiere la misión de bautizar a sus apóstoles: Jesús se acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28, 18-19).

Signo: Materia y Forma

El Concilio de Trento (1545-1563) declaró como dogma de fe, que la materia del Bautismo es el agua natural, porque así lo dispuso Cristo y así lo hacían los apóstoles.

El Bautismo puede llevarse a cabo por infusión, cuando se derrama el agua sobre la cabeza, o por inmersión, sumergiendo al bautizado en el agua.

Para su validez se debe de derramar el agua al mismo tiempo que se dicen las palabras que constituyen la forma y el agua debe correr sobre la cabeza. Salvo en caso de necesidad, como podría ser el bautismo de un feto, aún con vida, puede ser en cualquier parte del cuerpo.

Las palabras que constituyen la forma son: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".

Además del agua, el Bautismo tiene otros signos, cada uno de los cuales tiene un sentido muy determinado:

La Señal de la Cruz: Es la marca de Cristo y significa la gracia adquirida por la Cruz de Cristo.

El anuncio de la Palabra de Dios: Las lecturas dan luz sobre la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea; y suscita en todos la respuesta de la fe.

El Santo Crisma: Óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ungido por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, el  bautizado es ahora Sacerdote, Profeta y Rey.

La vestidura blanca: Simboliza que el bautizada se ha revestido de Cristo, resucitando con Él a la vida de gracia.

El Cirio: Significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt. 5, 14).

El nombre: El nombre recibido en el Bautismo es importante, porque Dios conoce a cada uno por su nombre.

La bendición solemne: Cierra la celebración del Bautismo. En el caso de los niños recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.

Efectos del Bautismo

La justificación o gracia santificante, que significa la remisión de los pecados y la santificación del hombre. Si se tienen las debidas disposiciones, por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y, en el caso de los adultos, todos los pecados personales.

La gracia sacramental, ofrece la ayuda necesaria para vivir mi vida cristiana, pues me hace capaz de creer en Dios, de esperar en El y de amarle; además me permite crecer en el bien mediante los dones del Espíritu Santo y de las virtudes morales.

El carácter bautismal, el Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble, llamado "carácter”. Por esto, este sacramento no se puede recibir más que una vez. Este carácter o sello nos asemeja a Cristo, además de marcarnos como pertenecientes a Dios. Por medio de él, somos incorporados a la Iglesia. Nos hace miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

La remisión de todas las penas debidas por el pecado, quien muera inmediatamente después de recibir el Bautismo, entraría directamente en el Cielo, sin tener que purificar en el Purgatorio las penas debidas por el pecado.


El Sacramento de la Confirmación

El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho. También se llama Crismación, puesto que un rito esencial de este Sacramento es la unción con el Santo Crisma.

En este Sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este Sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el Sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

El día de Pentecostés, cuando se funda la Iglesia, los apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen. Estaban temerosos, no entendían lo que había pasado, creyendo que todo había sido en balde, se encontraban tristes. De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, quedaron transformados, y a partir de ese momento entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, se lanzaron a predicar y a bautizar. La Confirmación es nuestro Pentecostés personal.

Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del Espíritu Santo.

La celebración de la Confirmación dentro de la Eucaristía contribuye a subrayar la unidad de los Sacramentos de Iniciación Cristiana.

Institución del Sacramento de la Confirmación

El Nuevo Testamento nos narra como los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando del Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo. Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. (Hechos 8, 14-17).

Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte de los profetas, de la acción del Espíritu y el propio anuncio de Cristo de la venida del Espíritu Santo para completar su obra. Específicamente, en la Antigua Alianza, los profetas anunciaron que el Espíritu Santo reposaría sobre el Mesías esperado y sobre todo el pueblo. Toda la vida y la misión de Jesús se desarrollan en una total comunión con el Espíritu Santo.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha seguido viviendo del Espíritu y comunicándolo a sus hijos. Es por ello que en el Concilio de Trento se declaró que la Confirmación es un Sacramento instituido por Cristo.

Signo: Materia y Forma

Dijimos que la materia del Bautismo, el agua, tiene el significado de limpieza, en este Sacramento la materia significa fuerza y plenitud. El signo de la Confirmación es la unción. Desde la antigüedad se utilizaba el aceite para muchas cosas: para curar heridas, a los gladiadores se les ungía con el fin de fortalecerlos, también era símbolo de abundancia, de plenitud.

La materia de este Sacramento es el santo crisma, aceite de oliva mezclado con bálsamo, que es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La unción debe ser en la frente.

La forma de este Sacramento, palabras que acompañan a la unción y a la imposición individual de las manos “Recibe por esta señal de la cruz el don del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica No. 1300). La cruz es el arma con que cuenta un cristiano para defender su fe.

En la Confirmación el rito es muy sencillo, básicamente es igual a lo que hacían los apóstoles con algunas partes añadidas para que sea más entendible.

El rito esencial es la unción con el santo crisma, unida a la imposición de manos del ministro y las palabras que se pronuncian. La celebración de este sacramento comienza con la renovación de las promesas bautismales y la profesión de fe de los confirmados. Demostrando así, que la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo. El ministro extiende las manos sobre los confirmados como signo del Espíritu Santo e invoca a la efusión del Espíritu. Sigue el rito esencial con la unción
del santo crisma en la frente, empieza imponiendo la mano y pronunciando las palabras que conforman la forma. El rito termina con el beso de paz, que representa la unión del Obispo con los fieles.

Efectos de la Confirmación
  • Nos une profundamente con Dios, con Cristo y con la Iglesia.
  • Imprime en el alma un carácter indeleble y otorga un crecimiento de la gracia bautismal.
  • Arraiga más profundamente la filiación divina
  • Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo que son:
    • - Sabiduría, que nos comunica el gusto por las cosas de Dios. Por medio de él vamos gustando de todo lo relacionado con Dios.
    • - Entendimiento, que nos comunica el conocimiento profundo de las verdades de fe, es decir, la capacidad para entender las cosas de Dios.
    • - Ciencia, que nos enseña la recta apreciación de las cosas terrenales, entender las cosas de la tierra tal y cómo son.
    • - Consejo, nos ayuda para formar un juicio sensato, acerca de las cosas prácticas de la vida cristiana.
    • - Fortaleza, nos da fuerzas para trabajar con alegría por Cristo, haciendo siempre el bien a los demás, tal como Él lo hizo.
    • - Piedad, que nos relaciona con Dios como Padre, ya que Él es el ser más perfecto que existe en el universo y es nuestro Creador y nos ayuda a aceptar la autoridad que tienen algunos sobre nosotros.
    • - Temor de Dios, nos lleva a tener miedo de ofender a Dios, por amor a Él y por lo tanto, a tratar de no pecar para no alejarnos de Él.
  • Nos une con un vínculo mayor a la Iglesia.
  • Aumenta la gracia santificante.
  • Se recibe la gracia sacramental propia que es la fortaleza.
  • Imprime carácter, la marca espiritual indeleble, que nos marca con el Espíritu de Cristo.
  • Es un sumergirse de manera más profunda en la comunidad cristiana.


El Sacramento de la Eucaristía

La Eucaristía es el sacramento en el cual bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

Se le llama el sacramento por excelencia, porque en él se encuentra Cristo presente, quien es fuente de todas las gracias. Además, todos los demás sacramentos tienden o tienen como fin la Eucaristía, ayudando al alma para recibirlo mejor y en la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la Eucaristía.

La palabra Eucaristía viene del griego εὐχαριστία (eujaristía) que significa acción de gracias. En esta celebración damos gracias al Padre, por medio de su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu Santo por todas sus bendiciones.

Institución del Sacramento de la Eucaristía

Fue el mismo Cristo quien, después de lavar los pies a sus apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este Sacramento el jueves Santo, en la Última Cena. Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes» (Lucas 22, 19-20). Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separase de los suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El Sacramento de la Eucaristía surge del infinito amor de Jesucristo por el hombre.

El Concilio de Trento declaró como verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y propio Sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de los Sacramentos: el signo externo; materia (pan y vino) y forma; confiere la gracia; y fue instituido por Cristo.

Cristo deja el mandato de celebrar el Sacramento de la Eucaristía e insiste, como se puede constatar en el Evangelio, en la necesidad de recibirlo. Dice que hay que comer y beber su sangre para poder salvarnos. (Jn. 6, 54).

La Iglesia siempre ha sido fiel a la orden de Nuestro Señor. Los primeros cristianos se reunían en las sinagogas, donde leían unas Lecturas del Antiguo Testamento y luego se daba lugar a lo que llamaban fracción del pan, cuando fueron expulsados de las sinagogas, seguían reuniéndose en algún lugar una vez a la semana para distribuir el pan, cumpliendo así el mandato que Cristo les dejó a los Apóstoles.

Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en 1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, mismo que se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.

Signo: Materia y Forma

Como en todos los Sacramentos, la Eucaristía, también, tiene un signo externo que unido a las palabras pronunciadas por el ministro, confiere la gracia. Cristo en la Última Cena utilizó dos elementos muy sencillos, pan y vino. Estos dos elementos son los que constituyen la materia. El pan debe de ser de trigo y el vino de la vid, esto fue declarado en Trento, ya que existe la seguridad que fueron estos los elementos utilizados por Cristo.

Para que el Sacramento sea válido tiene que ser de trigo y no puede estar amasado con otra cosa que no sea agua natural y cocido al fuego. Dicho de otra manera, no se puede utilizar aceite, mantequilla o cualquier otra sustancia para amasarlo, ni el pan puede ser de cebada, de arroz, u otro tipo de pan, pues entonces la materia sería inválida. El vino tiene que ser del que se obtiene de uvas machacadas y fermentado naturalmente, no se puede utilizar vinagre, ni un vino elaborado a base de químicos. (Catecismo de la Iglesia Católica N° 924).

En cuanto a la licitud, el pan debe ser ázimo, es decir, sin levadura, sin fermentar. También debe haber sido hecho recientemente, para evitar cualquier posibilidad de corrupción y al vino se le deben de añadir unas gotas de agua, pues al ser esta una práctica judía, se puede suponer que fue lo que Cristo hizo. (Catecismo de la Iglesia Católica N° 924 y 926).

La forma son las palabras que utilizó Cristo al instituir el sacramento: “Esto es mi Cuerpo…Esta es mi Sangre”. Sin embargo el ministro debe pronunciar estas palabras en tercera persona, pues lo hace en representación de Cristo: "Cuerpo de Cristo... Sangre de Cristo".

Efectos de la Eucaristía

Cuando recibimos la Eucaristía, son varios los efectos que se producen en nuestra alma. Estos efectos son consecuencia de la unión íntima con Cristo. Él se ofrece en la Misa al Padre para obtenernos por su sacrificio todas las gracias necesarias para los hombres, pero la efectividad de esas gracias se mide por el grado de las disposiciones de quienes lo reciben, y pueden llegar a frustrarse al poner obstáculos voluntarios al recibir el sacramento.

Por medio de este sacramento, se nos aumenta la gracia santificante. Para poder comulgar, ya debemos de estar en gracia, no podemos estar en estado de pecado grave, y al recibir la comunión esta gracia se nos acrecienta, toma mayor vitalidad. Nos hace más santos y nos une más con Cristo. Todo esto es posible porque se recibe a Cristo mismo, que es el autor de la gracia.

Nos otorga la gracia sacramental propia de este Sacramento, llamada nutritiva, porque es el alimento de nuestra alma que conforta y vigoriza en ella la vida sobrenatural.

Por otro lado, nos otorga el perdón de los pecados veniales, lo que hace que el alma se aleje de la debilidad espiritual.


En el próximo tema profundizaremos en los Sacramentos de Sanación.

Que Dios te llene de bendiciones.

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