Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No te digo siete, sino setenta veces siete.» (Mateo 18, 21-22).
¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? Esta pregunta de Pedro es siempre actual para todo cristiano. ¿Dónde está el límite de nuestro perdón? ¿Tenemos que perdonar siempre y sin medida?
Jesús nos da una respuesta muy clara: la medida del perdón es la medida del amor. Y nuestra obligación es amar sin límites y en consecuencia también tenemos que perdonar sin límites. De modo que no nos queda más remedio que perdonar siempre.
«Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes.» (Mateo 6, 14-15).
El perdón está íntimamente relacionado al amor, amor que hemos recibido de parte de Dios Padre a través de su Hijo Jesucristo. Sin embargo perdonar no siempre es fácil, y es que aún cuando el perdón es obra y gracia del Espíritu Santo, también debemos entender que el perdón es un proceso psicológico el cual lleva tiempo.
El psicólogo Carlos Gerardo Quijada nos explica que la mejor forma de entender lo que es el perdón es aclarando primero lo que no es.
Lo que no es el perdón.
El perdonar no es un acto sentimental.
No es un acto rápido, no sucede de un día para otro.
El perdonar es un proceso.
Algo que también debemos de entender es que el perdón no es para la otra persona, el perdón es para uno mismo, cuando perdono no le estoy haciendo ningún bien al otro, aunque la otra persona se pueda beneficiar de mi perdón, cuando perdono me estoy haciendo un bien a mi mismo, así que el perdón más que para la otra persona, el perdón es para mí.
El perdón no es negar la seriedad de las ofensas cometidas, el perdonar no significa minimizar los daños o las ofensas. El que perdones no significa que lo que sucedió no fue para tanto.
El perdonar no es escusar las ofensas. A veces pensamos que al perdonar las ofensas se minimizan, pero no sucede así. El daño ocasionado por dichas ofensas sigue siendo importante.
Se perdona independientemente de si quien nos ofendió se merece o no el perdón. Jesús mismo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores, nos perdonó no porque merecíamos el perdón, nos perdonó por amor.
El perdón no es necesariamente olvidar las ofensas, es común escuchar la frase: "perdonar es olvidar", pero piensa en lo siguiente por un momento, es importante recordar las ofensas para poder protegernos de que no se nos dañe otra vez.
El perdonar conlleva la resolución de no permitir que se repita el daño, no se trata de aferrarse a lo sucedido ni de resistirse a soltar las emociones negativas causadas. Se trata de aprender y de hacer los cambios necesarios para prevenir el daño.
Por ejemplo, si un empleado a quien le has tenido mucha confianza a través de los años descubres que te ha robado, en ese momento tu sientes una gran desilusión, coraje, enojo, tristeza, pero en la bondad de tu corazón encuentras el poder perdonar a esta persona y tu decides perdonarla. Eso no significa que tu vas a poner a esa persona en la misma posición en la que estaba para que te pueda volver a robar, tú no olvidas el hecho de que te robó, tú no olvidas el hecho de cómo te robó. Lo perdonas, es decir liberas esas emociones negativas, liberas ese resentimiento, ese enojo, liberas ese deseo de venganza pero no olvidas y si le permites a esta persona seguir trabajando contigo tomas las acciones necesarias para prevenir que te robe otra vez. Por eso el perdonar conlleva la resolución de no permitir que se repita el daño.
Cuando el que nos ofende es un ser muy querido, causa en nosotros un gran dolor unido a la desilusión natural por la pérdida de la confianza en el ser amado. Se puede perdonar, incluso se desea perdonar, pero ¿cómo restaurar la confianza? Se ha perdido la ilusión y va a ser muy difícil que renazca. El que ofende y pide perdón debe comprender que pasará mucho tiempo para que se vuelva a la confianza original y que a él le toca hacer méritos para recuperar la confianza del ser amado.
La reconciliación.
Perdonar no te obliga a reconciliarte con la persona que te dañó, se puede perdonar y decir adiós.
Ahora bien, la reconciliación es importante y en muchos casos, dependiendo de las circunstancias, se busca la reconciliación, se lucha por ella. Pero si la reconciliación me va a llevar a seguir siendo víctima, es mejor perdonar y decir adiós.
Si este empleado que me ha robado, me va a seguir robando, yo lo puedo perdonar y le puedo decir adiós. Si esta persona me va a seguir ofendiendo, me va a seguir dañando, me va a seguir siendo infiel y voy a seguir siendo una víctima es mejor perdonar y decir adiós.
Buscamos la reconciliación pero solamente cuando el reconciliarnos no nos lleva a ser víctimas de nuevo.
A veces es mejor perdonar y decir adiós.
Qué es el perdón
El perdón es una decisión consciente, es una decisión deliberada de liberar sentimientos de resentimiento y/o venganza en contra de una persona o un grupo de personas que te han dañado, independientemente si se merecen el perdón. Esta es la definición con la que la mayoría de los psicólogos están de acuerdo y que nos enseña mucho acerca de lo que es el perdón.
¿Y porqué es tan importante el perdón? Porque el perdón nos libera del resentimiento, pero ¿qués el resentimiento?
El resentimiento es un proceso a través del cual revivimos mentalmente una experiencia negativa del pasado y, al revivir esta experiencia negativa, resentimos o sentimos de nuevo las emociones negativas asociadas con esa experiencia, lo cual nos llena de enojo y amargura. No es recordar hechos sino que es revivir la situación de forma que nos destruye psicológica, emocional y espiritualmente.
Por ejemplo: vas conduciendo tu auto, de repente alguien se te atraviesa con su auto y te enojas, y sigues recordando el evento, sigues reviviendo lo sucedido en tu mente, y una y otra vez piensas: "que desgraciada esa persona, ¿cómo fue capaz de echarme el carro encima?", y no te basas en la verdad porque no sabes el porqué la otra persona se te atravesó, no sabes si tenía una emergencia, no sabes si la persona te vio pero en tu mente mientras le das vuelta a la situación tu sigues juzgando a esa persona, y conforme vas reviviendo aquel evento en tu mente le hablas a tu mejor amigo o amiga y le cuentas lo que te sucedió, y tu amigo o amiga lo que hace es alimentar tu enojo. Y por hablar por el celular tú te le atraviesas a alguien más y la historia se repite.
Hay cuatro elementos que alimentan el resentimiento:
Primero, cuando se trata de resentimiento no te basas en hechos reales y verdaderos al revivir el evento
Segundo, te rodeas de personas igual de destructivas que tú que alimentan tu resentimiento.
Tercero, nace el deseo de comprobarle a la otra persona que tú tienes la razón y que él o ella está mal y te llenas de un deseo de venganza, un deseo de competir.
Cuarto, te conviertes en lo que tanto odias.
El perdón nos ayuda a librarnos del resentimiento. Perdonar es decidir soltar el peso muerto. En ciertas culturas indígenas cuando una persona asesinaba a otra, se le castigaba al asesino haciéndole cargar con el cadáver sobre la espalda. El peso del cadáver le cansaba, con el tiempo el cadáver le infectaba y el culpable lentamente moría.
Cuando cargamos con resentimiento, ese resentimiento nos pesa, nos cansa, nos infecta, crea conflictos en nuestras relaciones actuales, nos mata poco a poco. El cargar con daños del pasado afecta de forma negativa nuestras relaciones actuales.
El perdonar es decidir vivir de forma más liviana, se trata de dignidad, de vivir plenamente, de tener un corazón amoroso, de ser agradables ante los ojos de Dios.

Agradezco enormemente al psicólogo Carlos Gerardo Quijada, por habernos compartido este tema.
Que Dios te llene de bendiciones.
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