En este tiempo de Cuaresma de seguro hemos escuchado mucho la invitación a la conversión. De hecho ese es el objetivo principal de la Cuaresma: iniciar o profundizar en este proceso. Pero ¿qué es y en qué consiste?
Según el diccionario la palabra conversión significa "volverse a" o "cambiar de rumbo". En la Biblia se utiliza la palabra metanoia (μετανοῖεν) que significa transformación profunda del corazón y de la mente.
Jesús, inició su labor evangelizadora con una invitación a la conversión (metanoia): «Conviértanse, porque el reino de Dios está cerca» (Mateo 4, 17).
La Conversión es el incio de nuestro caminar hacia Dios. Este cambio interior es realizado por Dios con nuestro consentimiento, el cual se manifiesta en un cambio exterior de vida, de actitudes y obras, con proyección y compromiso hacia los demás.
Alcanzar y llegar hasta transformar, por la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores que determinan nuestro actuar, los puntos de interés, las lineas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad.
Convertirse es volverse de... para volverse a... salir de... para ir hacia... dar media vuelta dirigirse a la dirección correcta.
Es más importante hacia donde se va y lo que uno adquiere, que de donde sale o lo que deja. Uno no deja nada sino es por algo mejor. Sólo por lo que uno alcanza, acepta dejar el lugar donde estaba. Volverse a Dios, buscar su rostro y volver a la casa paterna.
«Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto, en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. A causa de él ya nada tiene valor para mí, y todo lo considero como pelusas mientras trato de ganar a Cristo.» (Filipenses 3, 8).
DE QUE TENEMOS QUE CONVERTIRNOS
1. De todo pecado
Pecado es un "no" a Dios y a su amor, es rechazar su luz y querer realizarse uno mismo sin Dios; construir el mundo, prescindiendo de su presencia y de su acción. Pecado es no agradar a Dios, entristeciendo al Espíritu que habita en nosotros. Ese es el sentido bíblico del pecado.
En el fondo de todo pecado hay algo que ponemos en lugar de Dios: situaciones, cosas, personas, y en último término, a nosotros mismos. No hacer presente a Dios, y no interesarnos en sintonizar y adecuar nuestra vida con su voluntad.
Mercurio es el planeta más cercano al Sol. Por esta razón se pensaría que su temperatura es altísima y su calor incandescente. Pero no es del todo cierto, pues la parte que es iluminada por el Sol es tan caliente, como tan fría y helada la que permanece sin su luz. Sólo cuando vuelve la cara al Sol, se calienta y se vuelve luminoso.
Hay personas que están muy cerca de Dios pero que permanecen fríos y en tinieblas porque no basta estar cerca de Dios, sino presentarle la cara oscura y tenebrosa para que Él la ilumine y la transforme.
2. De todo resentimiento
«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mateo 6, 12)
«Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes.» (Mateo 6, 14-15)
Perdonar es liberar el corazón de odios y resentimientos. Debemos rechazar todo resentimiento, odios o rencores en nuestra vida, porque liquidan la acción salvadora de Dios en nosotros. Sólo expresando nuestra voluntad de perdonar es como Dios sanará nuestras heridas y recuerdos. Repasemos en nuestra vida qué daños, heridas, decepciones e injusticias hemos recibido y de parte de quién, expresando explícitamente, en nuestro interior, el perdón a cada persona.
No se nos pide olvidar, ni que aceptemos como bueno o válido aquel hecho injusto o abuso contra nosotros. Ni tampoco que retomemos la relación con la persona que nos dañó. Se nos pide un acto de la voluntad que acepta perdonar a la persona que nos ha lastimado o herido.
Es importante entender que perdonar no significa liberar de culpa a quien nos lastimó. Perdonar es librarnos de la carga del odio y el resentimiento; de tal manera que el perdón no es en beneficio de la persona a la que perdonamos sino que es en nuestro propio beneficio, pues al perdonar le damos a Dios libertad para transformar nuestra vida.
3 De las obras de Satanás
Idolatría, ocultismo, esoterismo y superstición son obras de Satanás que en ocasiones buscamos para encontrar respuestas y soluciones que sólo Dios puede dar de manera auténtica y completa.
En otra ocasión profundizaremos acerca de las obras de Satanás y de cómo actúa.
PASOS PARA LA CONVERSIÓN
Ya vimos qué es la conversión y de qué tenemos que convertirnos. Ahora veremos los pasos que debemos dar para el proceso de conversión en nuestra vida.
1. Reconocernos pecadores
Sólo el Espíritu Santo con su luz puede darnos conciencia de pecado, de otra manera se reduce a un mero sentimiento de culpabilidad o la simple confrontación de nuestras acciones con la lista de pecados. Necesitamos invitar e invocar al Espíritu Santo pidiéndole nos conceda la capacidad de reconocernos pecadores delante de Dios.
Debemos ser conscientes que en la época actual se ha perdido el sentido de pecado, se ignoran los valores morales, y hay un relativismo y subjetivismo en cuanto a los criterios de la moral y la verdad.
Los criterios de moralidad los encontramos en la Palabra de Dios y en la ley natural inscrita en nuestra propia naturaleza, teniendo en cuenta la enseñanza del Magisterio de la Iglesia.
2. Arrepentimiento
Aunque la conversión es obra de Dios, el pecador libremente responde «Me levantaré, e iré a mi Padre» (Lucas 15, 18).
El arrepentimiento o contrición es un dolor de corazón por el pecado cometido, con propósito de no volver a pecar. Es desear el retorno al hogar, volver a casa, reencontrarnos con el Padre.
Dolor y tristeza de haber lastimado y ofendido a quién se ama, pero tristeza no como la del mundo, sino tristeza según Dios que lleva a la conversión.
«En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte.» (2 Corintios 7, 10).
3. Confesión de pecado
Necesitamos reconocer y confesar explícitamente nuestros pecados ante Dios.
«Pero si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1, 9).
Necesitamos acudir al sacerdote y confesar nuestros pecados, especialmente cada pecado grave, para recibir la expresión y ratificación del perdón de Dios por la absolución, en el sacramento de la reconciliación. Y para que, además, recibiendo una oración de liberación, se nos desate de toda atadura y opresión del enemigo, y de cualquier forma de daño.
4. Reparación y reconciliación
El arrepentimiento, para restaurar la unión de amor con Dios, exige resarcir los daños causados y reconciliarse con el hermano.
Un buen reconocimiento de pecado, arrepentimiento y buena confesión implica voluntad eficaz de cambio y fidelidad a Dios.
Lo ideal es que podamos llegar a una reconciliación con el hermano a quien hemos ofendido o que nos ofendió. Sin embargo en algunas ocasiones esto no es posible, y no porque no queramos hacerlo, sino porque la otra persona no lo permite o no está dispuesta a la reconciliación. En estos casos no nos queda más que poner distancia para evitarnos un daño mayor ratificando nuestro perdón y liberándonos de todo resentimiento.
La Conversión es un proceso de vida, que puede tomarnos tiempo, pero que con esfuerzo y perseverancia lo podremos llevar a cabo en Dios.
Que Dios te llene de bendiciones.
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