lunes, 16 de marzo de 2020

Adorar a Dios en Espíritu y en Verdad

Ha llegado la hora en la cual los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así. (Juan 4, 23)

Este texto del evangelio según San Juan es parte de la conversación que tiene Jesús con una mujer Samaritana (Juan 4, 6-30). En la conversación, la mujer estaba discutiendo sobre los lugares de adoración con Jesús, diciendo que los judíos adoraban en Jerusalén, mientras que los samaritanos adoraban en el monte Gerizim. Jesús acaba de revelar que él sabía acerca de sus muchos maridos, así como el hecho de que el hombre con el cual vivía no era su marido. Esto hizo que ella se sintiera incómoda, por lo que ella intentó desviar su atención de su vida personal y pasar a temas religiosos. Jesús no quiso distraerse de la lección que quería darle sobre la verdadera adoración y llegó al punto central del asunto: Que los verdaderos adoradores adoren al Padre en espíritu y en verdad.

¿Qué es adorar?

La adoración se define como el acto de reverenciar con sumo honor y respeto a Dios por ser divino y honrarlo con el culto religioso que le es debido. Distinto de la veneración que es respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.

¿Quienes son los verdaderos adoradores?

Muchos adoran a Dios con el fin de recibir favores o con tal de ser salvados. Los verdaderos adoradores no adoran a Dios para ser salvos, protegidos o liberados, sino por que ya lo son.

Si queremos ser verdaderos adoradores el culto que nos corresponde dar a Dios es sencillamente la expresión de nuestra gratitud. El verdadero adorador comprende que primeramente Dios le dio todo por amor y por consiguiente le corresponde adorarlo con agradecimiento por lo que Él es y por lo que hizo.

«El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados.» (1-Juan 4, 10).

¿Qué es adorar en espíritu y en verdad?

Adorar en espíritu

«Escucha, Israel, el Señor en nuestro Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas sus fuerzas.» (Deuteronomio 6, 5)

Este texto del libro del Deuteronomio establece cómo amar a Dios. Nuestra adoración es dirigida por nuestro amor hacia Él; cuando amamos, adoramos. En hebreo la idea de fuerza indica totalidad.

Jesús contestó: «El primero de todos es este: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con  toda tu alma, con tu mente y con todas tus fuerzas» (Marcos 12, 29-30)

En este texto del Evangelio según San Marcos, Jesús hace referencia al texto del Deuteronomio pero amplia la expresión a la mente, es decir a todo lo que se es.

Nuestro espíritu es el núcleo de quienes somos. También sabemos que Dios es un ser espiritual. Por tanto, adorar en espíritu va más allá de lo físico. No adoramos solamente doblando las rodillas, sino también desde una postura del corazón. Y esta adoración debe estar en sintonía con la adoración en el cielo.

¡Aleluya! ¡Alaben al Señor desde los cielos, alábenlo en las alturas! ¡Alábenlo todos sus ángeles, alábenlo todos sus ejércitos! (Salmo 148, 1-2).

Adorar en verdad

Adorar en verdad significa que adoramos en base a la verdad sobre quién es Dios y lo que hace. Para lograr esto necesitamos conocer y experimentar a Dios. Para ello tenemos el magisterio de la Iglesia.

Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. (Hechos 2, 42).

Así podrán comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, un amor que supera todo conocimiento, de esa manera los desbordará la plenitud misma de Dios. (Efesios 3, 18-19).

Pero también incluye la verdad sobre nuestras circunstancias. Adoramos a Dios incluso cuando estamos experimentando dolor en el corazón. Cuando adoramos a Dios, no nos olvidamos de nuestro dolor, sino que lo adoramos incluso en la verdad de nuestro dolor. También lo adoramos en circunstancias alegres. La verdad de nuestra vida puede ser un medio de adoración.

¿Está aflijido alguno de ustedes? Que ore. ¿Está alegre alguno? Que cante himnos de alabanza. ¿Está enfermo alguno? Que llame a los presbíteros de la Iglesia para que oren por él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor. (Santiago 5, 13-14).

Conclusión

Adorar a Dios en espíritu y en verdad es reconocer que Dios es digno de nuestra reverencia. Hacemos esto desde nuestras emociones y nuestros pensamientos y a la luz de nuestra realidad. Adoramos a Dios en base a la verdad de quién es Él, la verdad de quienes somos, la verdad de lo que Dios hace y la verdad de lo que está sucediendo en nuestro mundo. Lo hacemos con un corazón inclinado hacia Dios y en sumisión a Él. Adoramos a Dios cuando nuestras actitudes, acciones y palabras reconocen que Él es digno de nuestra alabanza.

Gritaban a toda voz: Digno es el Cordero degollado de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza, honor, gloria y alabanza. (Apocalipsis 5, 12)

Que Dios te llene de bendiciones.


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