En toda relación, ya sea de amistad, laboral, familiar o de cualquier otro tipo, tarde o temprano surgen conflictos y por lo mismo hay que estar preparados para superarlos. ¿Qué hacer cuando alguien falla? ¿Cuáles son las pautas a seguir para una correcta corrección?
«Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea. Si tampoco escucha a la iglesia, considéralo como un pagano o un publicano.» (Mateo 18, 15-17).
En este pasaje del Evangelios según San Mateo, Jesús nos describe claramente los pasos a seguir para una correcta corrección fraterna.
1. Corregir a solas
Una buena corrección debe buscar el bien del corregido, por lo tanto el primer paso, corregir a solas, es fundamental. El texto bíblico utiliza la palabra "reprochar", la cual viene del latín repropiare, que significa "poner delante de los ojos". Por lo que al reprochar lo que estamos haciendo es ayudar al prójimo a que vea su error.
En cierta ocasión dos hermanos franciscanos fueron donde San Francisco de Asis para pedirle que corrigiera a uno de sus hermanos de comunidad y San Francisco les responde: «Aún no estoy listo». Más tarde regresan por segunda vez y se encuentran con la misma respuesta «Todavía no estoy preparado para corregirle» Aquél hermano no cambiaba su mala actitud y regresan por tercera vez donde San Francisco pidiéndole que le corrigiera y San Francisco les responde: «Todavía no estoy preparado, necesito orar más» Hasta que por cuarta vez le insistieron para que corrigiera a este hermano, San Francisco accedió. Al ser corregido aquel hermano que estaba fallando cambió totalmnente de actitud. Le preguntaron a San Francisco el porqué había tardado tanto en corregir a aquel hermano siendo que era evidente que estaba fallando y San Francisco les responde: «Porque tenía que aprender a amarlo mucho, porque sólo el que ama corrige bien.»
Si hemos de corregir a alguien tenemos que orar por esa persona porque si no oramos puede que lo que hable en el momento de la corrección sea nuestra ira, nuestro enojo, nuestra tristeza, nuestra decepción.
La oración nos ayuda a purificar nuestras intenciones, para que esa corrección sea hecha con amor y no desde el enojo, la ira, la tristeza o la decepción.
Si la persona se corrige entonces no hay nada más que hacer, pero si no entonces pasamos al segundo punto.
2. Llevar a una o dos personas más.
«Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos.» (Mateo 18, 16).
Puede darse el caso que aún después de haber realizado una corrección basada en el amor y respaldada en la oración, la persona no quiera aceptar su error y continúe con su mala actitud. De ser así, Jesús nos dice que nos hagamos acompañar por una o dos personas más para que la situación se decida por boca de dos o tres testigos.
Este punto es muy similar al anterior, puesto que aún y cuando son más personas las que van a realizar la corrección, esta en ningún momento debe perder de vista el objetivo principal que es el bien del corregido. Por lo tanto, al igual que en el punto anterior, las personas que van a corregir deben ponerse en oración.
Además de lo anterior debemos considerar que las personas que nos acompañen en la corrección sean de la suficiente confianza tanto nuestra como de la persona a la que se va a corregir.
Si la persona se corrige entonces habremos ganado a nuestro hermano, de lo contrario pasamos al último punto.
3. Excluir
«Si tampoco escucha a la iglesia, considéralo como un pagano o un publicano.» (Mateo 18, 17).
Quizás este sea el punto más controversial de este pasaje, pero tal vez lo sea porque desconocemos el significado de dos palabras que aparecen en el texto: pagano y publicano.
Pagano.
La palabra pagano viene del latin paganus, que significa habitante de los pagus, palabra latina que significa campos, bosques o aldeas. Los paganos eran personas que vivían fuera del territorio de Israel, es decir que estaban excluidos de la vida cotidiana del pueblo.
Pero entonces ¿porqué en la actualidad se piensa que un pagano es un pecador? La respuesta la encontramos en la historia de la Iglesia: Al caer el imperio romano occidental, al rededor del año 476 d.C, Constantino nombra el cristianismo como la religión oficial de Roma, destruyendo el culto a los ídolos griegos y romanos. Esto se dio en las ciudades principales, pero no en los pagus, por lo que la palabra pagano fue mal utilizada por el emperador Constantino y desde entonces a todos aquellos que no abrazaron la fe cristiana comenzó a llamárseles paganos.
Esta es la causa por la que se ha caído en interpretaciones erróneas de varios textos bíblicos.
Entonces, aclarando el punto, un pagano es aquella persona que se encuentra excluída de la vida de la comunidad.
Publicano
La palabra publicano viene del latín publicanus, que designa a una especie de banquero que en el mundo romano vendría siendo un recaudador de los impuestos públicos.
En tiempos de Jesús el imperio romano solía reclutar a personas del mismo pueblo de Israel, es decir judíos, como publicanos, a cambio de obtener un estatus social más elevado y por supuesto beneficios económicos. Por lo que para los judíos un publicano era considerado alguien que había abandonado los valores y creencias del pueblo de Israel.
Entonces basándonos en estas dos definiciones podríamos interpretar el texto de la siguiente manera: Si tampoco escucha a la comunidad, entonces exclúyelo pues a abandonado los valores de la comunidad.
Entíendase por comunidad: iglesia parroquial, grupo eclesial, o también empresa, equipo deportivo e incluso familia.
Excluir a alguien no significa aborrecerlo, sino apartarlo para que no siga haciendo daño a los demás. Por lo tanto nuestro actitud hacia estas personas debe ser de compasión y debemos orar por ellos para que Dios les permita descubrir su amor y su misericordia para que retornen a la casa del Padre, tal como lo hizo el hijo pródigo (Lucas 15, 11-32), y puedan volver a ser incluídos en la vida de la comunidad.
Estos son los tres pasos para una correcta corrección fraterna. Debemos evitar caer en el error de ir directamente al tercer paso saltándonos los dos primeros, pues lejos de corregir vamos a humillar y eso es falta de amor al prójimo, por lo que estaremos violando el mandamiento que Jesús nos dejó en la Última Cena: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado» (Juan 13, 34).
Que Dios te llene de bendiciones.
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