Existe un creencia muy extendida desde hace muchos años de que en el futuro habrá 3 días de oscuridad donde solamente encenderán velas benditas como castigo de Dios.
Actualmente hay un gran interés en la lectura de revelaciones privadas y mensajes de santos que hablan en un lenguaje apocalíptico, y se toman peligrosamente al pie de la letra si no hay una adecuada catequesis al respecto. Esto sucede especialmente con temas vinculados al fin del mundo, al infierno, al purgatorio, ángeles y demonios.
El problema es que las enseñanzas que circulan sobre cuestiones escatológicas o sobrenaturales no se encuentran dentro de la sana doctrina de la Iglesia, sino que se interpretan en forma literal y mágica, fomentando no pocas veces una gran superstición y una imagen de Dios contraria a la revelada por Jesús en el Evangelio.
En la Iglesia, son los obispos los que tienen la potestad de enseñar con autoridad sobre estos asuntos que tocan a la fe. Lo demás son opiniones, aún la de los teólogos. Es importante en todos estos temas volver a la Biblia y al Catecismo de la Iglesia Católica, para saber lo que realmente creemos los católicos y no caer en supersticiones y miedos irracionales.
En todos los tiempos de crisis surgen con mucha fuerza profecías y visiones sobre el fin del mundo y el tono apocalíptico suele confundir a muchos creyentes que toman literalmente las imágenes de muchas visiones que han tenido santos y videntes.
La idea de que “llegarán tres días de oscuridad” y que se desatará una horda de demonios sobre la humanidad, acompañados de toda clase de pavorosos sufrimientos y calamidades, se ha repetido desde el siglo XIX cuando un grupo de creyentes empezaron a malinterpretar las visiones de religiosas y santos de la época como de la Beata Ana Catalina Emmerick, cuyas visiones posteriormente fueron erróneamente vinculas con las apariciones de Fátima. Ya en el siglo XX el tema fue reavivado en los llamados “secretos” de Medjugorje, así como también en escritos atribuidos al Padre Pío. ¿Cómo se deben interpretar esos “días de oscuridad”?
Revelaciones privadas en la Iglesia
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: «a lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.» (Catacismo de la Iglesia Católica N° 67). Es decir que no están los católicos obligados a creerlo, porque no pertenece a la Revelación pública, no están a la misma altura de la Palabra de Dios ni de la Tradición de la Iglesia.
San Juan de la Cruz escribió al respecto: «Si la fe ya está fundada en Cristo y en el Evangelio, no hay para qué preguntar más. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tenía que decir. Y buscar nuevas revelaciones y o visiones sería una ofensa a Dios, pues sería como sacar los ojos de Cristo, buscando alguna otra novedad» (Subida al Monte Carmelo, libro II, cap.22, San Juan de la Cruz).
Son la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia quienes juzgan cualquier tipo de revelación privada y no al revés. Como afirmaba el Card. Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI: “los videntes ven, pero es la Iglesia quien interpreta”.
¿Qué es lo que ve un vidente?
Las apariciones o visiones -cuando son verdaderas-, no son una comunicación directa con Dios en estado puro. En el mensaje del vidente se mezclan sus experiencias psicológicas y culturales, su visión del mundo, la mentalidad de la época y otras muchas cosas. Lo que enseñan nunca debe tomarse al pie de la letra en forma fundamentalista. Los videntes, aunque sean grandes santos y místicos, siempre transmiten una experiencia reelaborada por su subjetividad psíquica y espiritual.
La autoridad de santos y videntes
La santidad de una persona no la hace necesariamente una autoridad doctrinal para la fe de la Iglesia. Si tuvo visiones o realizó profecías, no se toman como verdad revelada por Dios, sino que ha de interpretarse por el Magisterio de la Iglesia como revelación privada. Los santos en la historia de la Iglesia son un tesoro de sabiduría espiritual y son un modelo del seguimiento de Cristo para los creyentes, pero no son un oráculo sobre el futuro.
¿Y los tres días de oscuridad?
No son doctrina de la Iglesia, ni algo que deba creerse en forma literal, sino como un llamado piadoso a la conversión y a la perseverancia en la oración. Esta enseñanza no aparece en los Evangelios ni en la Tradición de la Iglesia.
Cuando la Biblia utiliza la expresión “fin de los tiempos”, no está expresando simplemente que todo acabará, sino que la realidad será transformada en un “cielo nuevo y una tierra nueva”. «Por lo que se refiere a ese Día y cuándo vendrá, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de Dios, ni aun el Hijo, sino solamente el Padre.» (Mateo. 24, 36).
Jesús no dio fecha ni horario para que podamos agendarlo: Los que estaban presentes le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» Les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer los plazos y los pasos que solamente el Padre tenía autoridad para decidir.» (Hechos. 1, 6-7).
Los textos bíblicos sobre el fin expresan su finalidad, no una cronología futura de los hechos. De allí que cualquiera que pretenda sacar conclusiones sobre cómo será el futuro con los textos apocalípticos, fracasará, porque no revelan el futuro. Los contenidos de estos textos expresan una lógica superior que liga los acontecimientos históricos englobándolos en un plan que da sentido a toda la historia: el plan de Dios, quien es el dueño absoluto de la historia.
No sería raro que quienes buscan afanosamente adivinar la llegada de esos fatídicos tres días de oscuridad, lleven ya muchos años en penumbras.
Que Dios te llene de bendiciones.
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